martes, 8 de julio de 2008

Théâtre des Vampires

Como un mimo con la cara despintada,
rota la máscara del arlequín, roto el espejo
en donde se mira el alma.
A través del reflejo de aquella pared del fondo,
en donde el silencio cae en copos
de nieve.
Nunca importó el disfraz, nunca los ojos
en donde se hunden los sueños como el tiempo
en la arena del reloj que se mueve.
Lloras, sí, ¿y a quién le importa? Ni siquiera
prestaste atención a tus lamentos, ni siquiera
al brillo de tu espléndida persona.
Quizá jamás logres entender por qué lo hiciste,
por qué, sumido en tu mundo de sombras aún conservas
la máscara que hace felices a todos, menos a tí.
Cómo, en un corazón marchito, maldito
por la carga que ha de llevar hasta el fin de los días,
no sucumbe a la tristeza de saberse tan perdido.
Cuando la soledad amada, que siempre te acompaña,
se diluye en las oscuras aguas del sentir y se torna
en soledad sin tí.
Día tras día, noche sin fin, no bebes
de la sangre eterna, de las musas
de la Muerte.
No existe tal belleza para alguien que no
está muerto, sino vivo con un corazón
de acero.
No hay poesía dentro de las mentes
de los no muertos. Sólo existe un amor
feo.