miércoles, 31 de diciembre de 2008

Luces de Neón


Y aquí estamos, después deeee... llamémoslo "equis". Otra vez, muchas cosas. Pero ya con las ideas más claras, aunque lo mío me ha costado...

Por fin, POR FIIIIIIN, me saqué la licenciatura. Presenté el proyecto en noviembre, me lo aprobaron (con buena nota, ojo) y ya. Ya no pido más. Bueno, igual síii, voy a ver si me lanzo a por el doctorado, que con esto de haber pasado el primer susto con el proyecto...

Veamos, por dónde empezar... ya no hay proyecto, ya no hay corazón de jamón, ya no hay más mierda acumulada desde hace años, ni dudas, ni nada. Se me fueron cosas que me hacían mal y que me hacían bien, pero por lo menos ahora no me puedo quejar, la balanza está claramente a mí favor... sólo tenía que abrir los ojos un poco. El problema era que me cegaban las luces de neón.

Mis propias luces.

Y es que no me ha hecho falta ningún estímulo externo para ver la realidad, o darme un hostión o que me lo den, vaya. Simplemente lo que necesitaba era tiempo, un tiempo precioso que siempre me he negado a creer que existía. Un tiempo que he empleado en otras cosas a las que no estaba acostumbrada... como a estudiar. Pero como una mala bestia, además.

No es que me haya entrado la responsabilidad, sino que he descubierto que soy capaz de hacer muchas cosas que no hubiera podido hacer si no hubiera empleado tiempo en ellas. Y es que siempre lo he querido todo al momento, porque creía que funcionaba así. Menuda idiota...

Y otras cosas como Málaga... pues se acabaron. Precisamente por tiempo. Por no disponer de tiempo material ni mío, ni de paciencia de mis padres ni de mi profesor. Y mi corazón de jamón... pues en parte también.

Y pensaréis que qué parca en palabras esta vez. Pero es que tiene todo una explicación: ya no escribo para desahogarme, para que otros entiendan lo que he pasado. Y es por eso que he tardado tanto en volver a escribir, pese a que en soledad he escrito muchas, muchas cosas para que lo leyeran otros, solo que no las he llegado a publicar. No. Ahora escribo sólo para mí, por placer, por saber que lo que pienso es real. Ya no guardo ningún trauma.

Puede que en muchos momentos aparezcan fantasmas del pasado, como con mi familia o mi sentido de la responsabilidad, mis locuras, mis errores... puesto que mi pasado forma parte de mi presente también (y no veais lo que me ha costado admitir ese punto...), pero al menos ya no me martirizo por ello. Será que la situación ayuda, también... Mi nueva vida, no sólo por vivir fuera de casa. Lo que me cegaba no estaba fuera de mí.

Y si no entendeis un pijo, lo siento. Ya no escribiré más chorradas oscuras, no me hace falta. A partir de ahora, esto me da que se va a convertir en un diario como dios manda.

O no...

miércoles, 1 de octubre de 2008

Petrushka con frambuesas


Tantas cosas que decir... y ahora mismo no tengo ni idea de cómo empezar.

Como dije en otra ocasión, las "cosas" necesitan tiempo para mascarlas y al final van saliendo solas. Pues bien, si no escribo ahora, reviento.

Y yo que creía que "las cosas" habían cambiado... en cierto modo sí, pero no, ¡jajaja! Qué buena manera de empezar el blog, qué bien me expreso, ¿eh?

A ver... me refiero, como no, a mi relación con mis padres a través de mi relación con la demás gente, y conmigo misma. El tiempo "oscuro" que pasé en España, en casa, creía que había pasado y que había aprendido de ello y que nunca me volvería a sentir de la misma manera; y en parte es cierto, es todo cierto, pero me he sorprendido volviendo a recordar muchas cosas, pero no en el momento en el que sucedieron, sino en las consecuencias que me han traído. Es muy difícil de explicar...

El caso es que tengo miedo de fallar a la gente, de no hacer lo correcto, de que me llamen la atención, pero ese miedo lo tengo en todo, en cada cosa que hago, y esto sé que lo arrastro desde hace mucho tiempo; me dije a mí misma que nunca sería así, pero me he sorprendido sintiéndome francamente mal, sintiéndome culpable por nada otra vez, y derrepente todos los sentimientos que tenía aparentemente guardados en un baúl han aparecido otra vez, con la fuerza de antaño, como un manantial, sin poder parar de llorar, totalmente indefensa ante mí misma.

Ahora sé que lo que necesito no es nada más que tiempo, no puedo hacer otra cosa, pero aunque lo sé me jode, me jode muchísimo, esa es la palabra. Aún no me he recuperado de toda la mierda que acumulé durante años, tanto daño que me hice por nada, aún me siento culpable por nada; pero ahora sé que no tengo por qué, así que como antes dije, sólo necesito tiempo.

Es curioso cómo trato de aclararme las ideas; tengo la sensación de que hay algo escondido para mí dentro de mí, algo que está ahí pero que no puedo ver, y le vuelvo a dar vueltas a las cosas. Me siento, quizá, como al principio; como al principio de vivir en San Sebastián, como al principio de vivir en Madrid, distinta velocidad de vida, distinta rutina, distintos sentimientos. De todos modos, me sigo sintiendo aquí como si fuera mi casa. En eso mi vida es distinta ahora: estoy realmente agusto, y sé que seguiré agusto todo el tiempo que pase aquí.

También tengo miedo de no volver a España; se me ha pasado por la cabeza un par de veces, pero seguramente que sea una tontería, lo que necesito es volver en vacaciones, volver a poder comunicarme con la gente en español (¡jajajaja!) y que las cosas no sigan igual en casa. No quiero decidir nada sin saber que lo que hago no es huir desesperadamente.

Así que nada, aquí sigo, en el bar de siempre, con un zumo enorme de manzana cargado de hielos y un trozo de tarta de frambuesa, un poco seca, pero al menos la crema está buena, y eso que es lo que menos me gusta...

Es curioso cómo aparecen los recuerdos cuando menos lo esperamos, como aquel chico que me regaló aquel "cedé" de folk, el de los ojos azules como una piscina... amigos otra vez, como al comienzo de todo... solo que ya no siento absolutamente nada. Pensé en un momento en que era absurdo volver a entablar contacto con él, pero por otra parte me va a hacer bien volver a confiar en un amigo. Porque ahora no salió de mí, salió de él, así que, con los sentimientos congelados y neutralizados, ahora no sufro por nada. Ni tengo por qué acordarme de todo lo que pasó, bueno y malo. Desde el principio.

Algunas cosas sí, otras no... esta ciudad me está enganchando.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Corazón de Jamón


Tanto tiempo... y aquí me encuentro, escribiendo en un cibercafé, al son de una música entre tecno y pop ochentera...

Estoy en Helsinki. Al final me "cogió" el profesor sin conocerme de nada, sólo de una prueba de quince minutos, quince... que me valen la vida.

He alquilado un pequeño apartamento cerca del centro, vivo sola otra vez (qué bien sienta, después de este tiempo, volver a encontrarse con una misma), y de momento las cosas me van demasiado bien: la ciudad me gusta, la gente también, la academia, el profesor... estoy tan agusto que apenas he reparado en pensar acerca de lo raro que es eso, que me encuentre en otro país, cambiando de vida (completamente) y habiendo dejado tantas cosas atrás... como mi corazón de jamón, que le echo de menos demasiado... y en la distancia me enamoro de él cada día.

Ayer por la noche estaba cenando una ensalada de estas que están ya hechas, al son de Nora (Co) Jones, y veía el piso a través de la ventanita de la cocina americana; fue entonces cuando reparé en lo agusto que me encuentro aquí, y que parece que lleve mucho tiempo viviendo aquí; cierto es que aún no ha llegado el clima duro, pero aparte de eso, tengo la extraña sensación de haber vivido ya aquí. Quizá sea un vago recuerdo de San Sebastián, o de Madrid (bueno, de Madrid... poco me acuerdo, sólo de mi piso y de la ciudad, pero la mayoría de recuerdos los borré, no porque haya querido, sino porque cierta persona me ayudó a ello, es como una especie de mecanismo de defensa, jajaja!), pero no; mi vida ha cambiado, no sólo porque haya cambiado de escenario de nuevo, sino porque yo he cambiado. Ahora leo entradas anteriores, o pillo el diario de casa y me echo a reír. Todo el dolor que había, la incomprensión, ha desaparecido, pero porque lo he llegado a comprender. Podría seguir como antes, podría seguir siendo infeliz, culpándome por cada cosa que hago, llena de miedos y de inseguridades, pero ya no. El truco: mirar al suelo, tragar, aceptar y continuar. Por lo menos ya veo venir de frente los errores. Si tengo que caer en alguno, será porque así debe de ser. Pero al menos estaré más tranquila.

Sí, creo que así me defino ahora: tranquila. Porque sé que todo saldrá bien, porque todo "sale" bien, y es porque por fin hago las cosas como debo en el momento. Y es por eso que la vida me sonríe cada día un poquito más. Como le dije a mi corazoncillo: el momento justo y el lugar justo... ¡el precio justo! ¡Jajaja!

Bueno, me voy despidiendo ya, que he de ir a clase, qué bien suena eso, por dios...

Un beso de tu melón.

martes, 8 de julio de 2008

Théâtre des Vampires

Como un mimo con la cara despintada,
rota la máscara del arlequín, roto el espejo
en donde se mira el alma.
A través del reflejo de aquella pared del fondo,
en donde el silencio cae en copos
de nieve.
Nunca importó el disfraz, nunca los ojos
en donde se hunden los sueños como el tiempo
en la arena del reloj que se mueve.
Lloras, sí, ¿y a quién le importa? Ni siquiera
prestaste atención a tus lamentos, ni siquiera
al brillo de tu espléndida persona.
Quizá jamás logres entender por qué lo hiciste,
por qué, sumido en tu mundo de sombras aún conservas
la máscara que hace felices a todos, menos a tí.
Cómo, en un corazón marchito, maldito
por la carga que ha de llevar hasta el fin de los días,
no sucumbe a la tristeza de saberse tan perdido.
Cuando la soledad amada, que siempre te acompaña,
se diluye en las oscuras aguas del sentir y se torna
en soledad sin tí.
Día tras día, noche sin fin, no bebes
de la sangre eterna, de las musas
de la Muerte.
No existe tal belleza para alguien que no
está muerto, sino vivo con un corazón
de acero.
No hay poesía dentro de las mentes
de los no muertos. Sólo existe un amor
feo.

miércoles, 18 de junio de 2008

La Catedral Sumergida


Es increíble lo que pueden evocar las palabras. Lo que pueden llegar a hacernos sentir, no sólo por medio de los recuerdos vividos, sino que nos pueden llegar a "hacer" vivir en ese preciso momento algo que nunca imaginamos...
Pero a veces, las palabras van más allá. Creo que ese era el sentido de la creación para Claude Debussy. Ahora comprendo por qué él insistía en que era un compositor simbolista, y no impresionista, como se le tildó en la época, después la cual seguiría marcado para siempre.
Para Claude Debussy, las palabras importaban tanto como la propia música. No componía para que su música se pudiera traducir en poesía, ni en un lienzo, no; él componía a partir de una poesía, o un cuadro. No es un idioma lo que él expresa con su música: es la sensación provocada por "algo".
Quizá muchas veces su música se torna ingenua, no sólo para el oído, sino para la forma en la que está compuesta; ingenua porque componía en base a ese momento, sin parase a pensar, sin darle vueltas, sólo su sentir.
Otras veces, su música es de un tempestuoso muy particular, amable pero grandioso; otras, la intriga y el misterio hacen aparición en un momento en el que nos quedamos pensando...
Y otras... otras aparece la ternura, sin adjetivos. La más indescriptible sensación de amor incondicional: la ternura.
A veces pienso si Debussy no era de otro planeta. Cómo era capaz de plasmar de tal manera sus sentimientos... capaz de evocar paisajes a través de su sensibilidad. Creo que en el fondo no era consciente de ello. Su sentir era tan coherente que sólo le hacía falta componer con ese sentimiento, obviando la técnica tan perfecta a la hora de componer.
Los títulos de muchas de sus obras son totalmente evocadores. Pero al escuchar la música escondida tras esas palabras, se desnuda el alma de las letras, los cuadros...y del hombre que las compuso.
Cada título de las obras que escuché es como un regalo para mí; es vivir en ese preciso instante lo no vivido, lo vivido por otra persona, mucho tiempo atrás. Y, al mismo tiempo, cada vez que se vuelve a escuchar esa obra, se añade un sentimiento nuevo, lo vivido...
¡Obras vivas!
Disfrutad de estos títulos; merece la pena imaginarlos, pero, sobretodo, escucharlos:

Preludio a la Siesta de un Fauno

Claro de Luna

La Chica de los Cabellos de Lino

El Pastorcillo

Reflejos en el agua

La Mar

El Palacio del Silencio

El Rincón de los Niños

Los sonidos y los perfumes se mezclan en el aire de la tarde

...La Catedral Sumergida...

miércoles, 28 de mayo de 2008

Lágrimas de papel secas al sol


Es lo primero que se me vino a la cabeza un día después de la siesta, hará tres años. No sé por qué me desperté con esa frase en la boca, pero el caso es que a colación de esa frase empecé a enlazar sentimientos, pensamientos... bastante espeso. Todo muy oscuro, dramático, surrealista... Ayer lo recuperé de un cuaderno perdido que tenía en la otra casa, en la deshabitada, a la que acudo con relativa frecuencia a pasar un fin de semana, a estar tranquila, o a salir de fiesta sin que nadie me controle, ¡jajaja!
El caso es que refleja a la perfección ese momento clave en el que peor me encuentro, un momento intemporal. No sé cómo tuve ese momento de brillantez, de claridad. Hoy en día soy incapaz de escribir así, lo único que hago es bloquearme. Pienso que debo escribirlo, por mí, por la gente que se sienta igual, porque es increíble la fuerza que transmite, la verdad de desnudar un alma. Aquí os la dejo...

-Lágrimas de papel secas al sol-

Nada. No siento nada. Ni el contacto con las cosas, ni un estado anímico. Desinflada como una pila gastada. Es, y dejo que sea. Ya nada se puede hacer. Y esto me asquea. Sí se puede hacer. Puedo cambiar, pero no quiero. No me acostumbro al mundo, va demasiado rápido. Sólo tolero mi soledad, no me gusta nada más, no me fío de nadie, me gusta pasear sola... Nada me perturba, ni siquiera los compañeros entrando a sus habitaciones, o el ruido del ascensor. Sólamente te das cuenta de que existes cuando suena el teléfono; es entonces cuando respondes con una voz que no es la tuya, te sorprende... y ya no sabes si quieres hablar, o no. Te disipa esa conversación. Tu estado pierde su esencia, se evapora, sin más. Y es entonces cuando te quedas vacío, y no aprendes, y vuelves a las andadas. Lo sabes, y te sientes mal.
Te das cuenta de lo simple que eres, y te asquea. Todas las lágrimas vertidas eran reversibles, de poner y quitar, de usar, secar y volver a usar. Son las que nunca fallan. Son incomprensibles: lloras más cuando menos sabes por qué lloras, y te hundes, y piensas en tu vida, simple y llena de errores, y es entonces cuando los ojos se te desbordan, y sobretodo, cuando te das cuenta de que estás tan atrapado que tienes que escribirlo, de que sólo lo puedes compartir contigo, de que ya no confías en nadie; te sientes perdido y confuso... y lo triste es que te gusta. Como la pescadilla que se muerde la cola.
En esta vida, la salvación es la esquizopfrenia.
Y después de esto, a la cama y hasta mañana a las ocho con un bizcocho más contenta que unas pascuas. Hasta que tengas tantos látigos marcados en la espalda que te apenes de tí mismo y reaparezcan las lágrimas de papel secas al sol.
Es todo falso. Tú solo te fustigas. Te flagelas. Los otros te ayudan, pero tú tienes la culpa, aunque se la eches a los otros, aun sabiendo que no es verdad. Y te sientes sucio. Pero estás tan confundido que ya no sabes si eres tú el que se flagela o son los demás los que te maltratan. Pero no puedes pedir ayuda. Te apenas más, y desconfías. Te hace dudar más, y entonces por eso no aprendes.
La solución sólo reside sobre lo que no tenemos poder de acción. La esquizopfrenia ofrece dos vías: mientras una es, la otra descansa. Y a la inversa. Pero la situación confusa es como una esquizopfrenia de mentira, y te hace sentir mal.
Cuando dejas de mirarte al ombligo, ves una habitación grande y vacía, que a la vez se te hace pequeña, porque te das cuenta de que por más que pides compañía a gritos, nadie va a acudir, y ya, el tamaño te da exactamente igual. También ves un best-seller en la mesita. Una puta mierda de libro gordo con tapas horteras que no leerás en tu vida. Sólo leíste las treinta primeras páginas y ya no podías más del empalago y la superficialidad. Ves el reloj: las doce menos veinte. Bah, en dos minutos estoy en la cama...
Y en esto que oyes el camión de la basura. Coño, el mundo exterior. Piensas en la vergüenza delante de tus compañeros de residencia simplemente porque te vean por los pasillos y seas más pequeño que ellos, o más amable. Después piensas en tus profesores: ¿son buena gente, son gilipollas, son sinceros, les importas un carajo? Decides hacerles caso en cuatro cosas.
Después ya no piensas en nada. En el cine americano, en internet, en algún juego de ordenador, en el sexo, en las drogas, las juergas...
Te olvidas de tí. Los ojos se te cierran. Ves el reloj. Han pasado cinco minutos como cinco putas horas. Y relees esto entero para cerrarlo y no volverlo a leer en tu puta vida.
Sin embargo esta es la triste realidad, y esto ocurre todos los días, a todo el mundo. Y pienso que menudo vacío más grande tiene la Humanidad. Mañana me lavaré el pelo y tocaré mucho.
Ahora entiendo por qué nos llaman locos a los músicos: por plasmar todo lo que ocurre en la vida diaria del mundo, que se quiere ocultar a toda costa. Toda la mierda. Como en pintura. Como en escritura. Todos locos.

La carta

Hace años que me enamore por primera vez. Aunque ahora no lo vea así, puesto que me "enamoré" sólo una vez unos años más tarde; es entonces cuando uno aprende a distinguir cuándo es amor y cuándo es, ejem, encoñamiento. Pero en ese momento, en el momento que pensé que me había enamorado por primera vez, nos llegamos a confundir tanto que hacemos del amor otros sentimientos: culpa, rencor, desasosiego, alegría... Hoy sé que aquella vez no fue la primera. Pero no dejo de asombrarme con una carta que escribí, hace no mucho, hablando de ese primer encoñamiento serio. En el blog anterior escribía sobre las dudas que arrastraba desde hacía un par de años... creo que aquí se plantea una de ellas, en forma de carta; no parece una duda, pero era un sentimiento provisional, un sentimiento muy fuerte. Es por eso que me resulta tan peculiar esta carta... Una carta que debí de escribir tiempo antes y haberla entregado a su destinatario. Pero tengo más clase como para hacerlo.
Aquí la transcribo de una pequeña libreta. Es increíble como cambian las cosas escritas a mano, sobretodo a lápiz. Esa sensación de estar pariendo las palabras, de masticarlas...

-La carta-

Anoche tuve un sueño extrañamente feliz. Soñé contigo. Sin embargo, nunca me doy cuenta de que cada vez que sueño contigo en realidad se me hace extraño que sea feliz. Dicen que los sueños nos hablan en metáfora; lo cierto es que la sensación de antes y después de anoche es la misma que la de aquellas noches que pasamos juntos. La misma que provoca el sonido de un lápiz contra el suelo. Un ruido seco, hiriente. Me hace gracia volver a sentir lo mismo después de un año sin verte. Esa sensación de protección que se convierte en nada cada vez que pienso en tí, cada vez que salía por la puerta de tu piso, que se hacía insoportable cuando salía por el portal mientras miraba a tu balcón. Nunca te ví asomado desde aquel cuarto piso sin ascensor. Nunca dijiste nada, y sin embargo, a veces creo que lo dijiste todo. Todo en una caricia. Todo en el último beso que te dí, que aún me repite en la boca. El mejor y peor beso de despedida que pueda dar en la vida sin ni tan siquiera haberte conocido. Sin embargo, creo que me lo diste todo, todo menos lo más importante: tú. Me vendiste el peor recuerdo, el de una hoja en blanco. No te guardo rencor porque me sobra egoísmo. Lo que me duele no es no haberte conocido, sino la forma tan sutil y cruel que tuviste de tirarme a la basura sin leer entre mis líneas. Cada noche me torturo pensando en por qué no te escribí nunca una carta, pero ahora lo sé: porque no te la mereces.
Siempre tuya y mía.
Sobretodo mía.

¿El Dentista 3ª parte?


Pues sí que he tardado... Ya creíais que me había dado un jamacuco en el dentista o algo, ¿no? Pues no, pues no, sigo viva, aunque a duras penas...
Me sacaron las cuatro muelas del juicio sin complicaciones. No me enteré de nada, ni mientras me las sacaban, ni después. Bueno, salvo pedirle un poco más de anestesia para las de arriba, porque llevaban un raizaco que no era ni medio normal. Estuve dopada una semana: un valium justo antes de ir a la consulta, la anestesia, dos nolotiles nada más terminar, infiltraciones de cortisona allí mismo, voltarén, antibiótico y nolotil ampollas durante una semana. Así normal que me fuera al cine ese mismo día...
Mi romance con el dentista aún continúa, un empaste más, problemas con la funda y gingivitis, o lo que es lo mismo, un sacaperras de nunca acabar. Pensareis que igual tengo la dentadura como la de un caballo viejo, pero no. Aparte, con el riñón que me dejo en el dentista...
Bueno, dientes aparte, no presenté el proyecto en febrero. Y tengo mis dudas de presentarlo en junio. Me engaño a mí misma, sí, es triste. Aparte que soy muy torpe para expresarme objetivamente (y más en un proyecto de investigación), soy una vaga redomada. Pero es que me encanta... En fin, a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.
También hice un pequeño viaje de tres días a Helsinki, a hacer una prueba en la Sibelius para acceder al máster; no sé cuántas plazas habrá, pero pocas. Nos presentábamos ocho o nueve, todos del lugar, menos yo. Además, no estaba en el jurado el profe con el que quiero dar el máster, y tampoco me conoce de algún cursillo... lo tengo jodido, pero no imposible. Aunque los del jurado se quedaron contentos y tal, me preguntaron por el chelo con el que toco y cosas varias, pero bueno. Hasta mediados de junio no me dicen nada.
Y qué decir de lo de Málaga... va viento en popa. Cada vez tengo más claro que ese es mi sitio; aunque no puedo evitar echar de menos Donosti. Llevo una temporada yendo bastante, me he tenido que quedar un par de veces a hacer noche, volví a encontrarme con mucha gente... y a despejar muchas dudas que arrastraba desde hacía un par de años. También he descubierto que no tengo por qué alimentarme de recuerdos cada vez que piso esa ciudad: aún la vivo, aún me forjo nuevos recuerdos, aún puedo vivir nuevas emociones allí. He descubierto que sigo viva...
Y por lo demás, pues no séee... sigo montando a caballo (ya galopo, y muy bien, por cierto, ¡jejeje!), hmmm las flores del jardín están de un exhuberante precioso, la gata por pocas se me muere, mi pelo ya casi vuelve a tener su color natural, me van a dar vacunas para la alergia, mi madre sigue como una cabra... yo qué sé.
Muchas cosas han pasado. Unas dignas de mención, otras no. Seguramente me reserve las más importantes, pero es porque aún las estoy mascando. Ya irán saliendo poco a poco, cuando vengan "a colación de". Ahora os dejo con otra entrada de blog. Saludos de nuevo...