miércoles, 1 de octubre de 2008

Petrushka con frambuesas


Tantas cosas que decir... y ahora mismo no tengo ni idea de cómo empezar.

Como dije en otra ocasión, las "cosas" necesitan tiempo para mascarlas y al final van saliendo solas. Pues bien, si no escribo ahora, reviento.

Y yo que creía que "las cosas" habían cambiado... en cierto modo sí, pero no, ¡jajaja! Qué buena manera de empezar el blog, qué bien me expreso, ¿eh?

A ver... me refiero, como no, a mi relación con mis padres a través de mi relación con la demás gente, y conmigo misma. El tiempo "oscuro" que pasé en España, en casa, creía que había pasado y que había aprendido de ello y que nunca me volvería a sentir de la misma manera; y en parte es cierto, es todo cierto, pero me he sorprendido volviendo a recordar muchas cosas, pero no en el momento en el que sucedieron, sino en las consecuencias que me han traído. Es muy difícil de explicar...

El caso es que tengo miedo de fallar a la gente, de no hacer lo correcto, de que me llamen la atención, pero ese miedo lo tengo en todo, en cada cosa que hago, y esto sé que lo arrastro desde hace mucho tiempo; me dije a mí misma que nunca sería así, pero me he sorprendido sintiéndome francamente mal, sintiéndome culpable por nada otra vez, y derrepente todos los sentimientos que tenía aparentemente guardados en un baúl han aparecido otra vez, con la fuerza de antaño, como un manantial, sin poder parar de llorar, totalmente indefensa ante mí misma.

Ahora sé que lo que necesito no es nada más que tiempo, no puedo hacer otra cosa, pero aunque lo sé me jode, me jode muchísimo, esa es la palabra. Aún no me he recuperado de toda la mierda que acumulé durante años, tanto daño que me hice por nada, aún me siento culpable por nada; pero ahora sé que no tengo por qué, así que como antes dije, sólo necesito tiempo.

Es curioso cómo trato de aclararme las ideas; tengo la sensación de que hay algo escondido para mí dentro de mí, algo que está ahí pero que no puedo ver, y le vuelvo a dar vueltas a las cosas. Me siento, quizá, como al principio; como al principio de vivir en San Sebastián, como al principio de vivir en Madrid, distinta velocidad de vida, distinta rutina, distintos sentimientos. De todos modos, me sigo sintiendo aquí como si fuera mi casa. En eso mi vida es distinta ahora: estoy realmente agusto, y sé que seguiré agusto todo el tiempo que pase aquí.

También tengo miedo de no volver a España; se me ha pasado por la cabeza un par de veces, pero seguramente que sea una tontería, lo que necesito es volver en vacaciones, volver a poder comunicarme con la gente en español (¡jajajaja!) y que las cosas no sigan igual en casa. No quiero decidir nada sin saber que lo que hago no es huir desesperadamente.

Así que nada, aquí sigo, en el bar de siempre, con un zumo enorme de manzana cargado de hielos y un trozo de tarta de frambuesa, un poco seca, pero al menos la crema está buena, y eso que es lo que menos me gusta...

Es curioso cómo aparecen los recuerdos cuando menos lo esperamos, como aquel chico que me regaló aquel "cedé" de folk, el de los ojos azules como una piscina... amigos otra vez, como al comienzo de todo... solo que ya no siento absolutamente nada. Pensé en un momento en que era absurdo volver a entablar contacto con él, pero por otra parte me va a hacer bien volver a confiar en un amigo. Porque ahora no salió de mí, salió de él, así que, con los sentimientos congelados y neutralizados, ahora no sufro por nada. Ni tengo por qué acordarme de todo lo que pasó, bueno y malo. Desde el principio.

Algunas cosas sí, otras no... esta ciudad me está enganchando.