viernes, 29 de octubre de 2010

Fénix


Qué sencillo es cambiar lo que no nos gusta en nuestra vida. Todo mejora con un lavado de cara.

¿En qué punto me han empezado a ir bien las cosas? No lo sé. Aún así, no sé si me van bien o mal... supongo que la vida es siempre así, ¿no?

Simplemente, cada día que pasa estoy más convencida de que hago las cosas bien, de que soy consecuente con lo que pienso. Aunque se tuerzan los planes, no tengo apenas nada que reprocharme.

Y, sin embargo, sigue doliendo. Creo que me duele la vida y que me tengo que operar del prójimo.

Francamente, me reafirmo en la idea de que el mejor amigo del hombre es la soledad. Por más que intento integrarme -porque pienso que soy una inadaptada social- no lo consigo. Y, joder, no es porque no me importen las personas que me rodean. No sé por qué hago o se me hacen las cosas tan difíciles...

Ahora estoy mejor que nunca -antes- conmigo misma. La tristeza sigue ahí, pero eso es bagaje, todo lo que he dejado atrás que hice mal, todo el daño que pude haber hecho. Pero ahora me he liberado. Empiezo a darme cuenta de lo que realmente valgo. Y no necesito a nadie que me lo recuerde.

Creo sinceramente que el miedo que el hombre tiene a la muerte no es otro que a encontrarse consigo mismo, a quedarse a solas; tengo la suerte de morir cada noche, a la hora de dormir o en el bar, ya que me bebo la vida en cualquiera de sus extremos. Y, sorprendentemente, estoy agusto. Para qué luchar si mi destino es estar sola, si me encuentro feliz así.

Qué diferente se ve San Sebastián desde un piso, desde Helsinki y desde Madrid. Y ya, apenas me acuerdo de lo que era esta ciudad antes.

Todo se muere, todo renace... y, mientras tanto, una "se hace".

No hay comentarios: