miércoles, 19 de septiembre de 2007

El Dentista (2ª parte)

Bueno, que es que lo del dentista ha tenido gracia, pero... ¿y después del dentista?
Pues como todo el mundo sabe, para llegar puntual a las diez de la mañana al dentista, viviendo en mataporculo de arriba ir y volver, hay que madrugar. ¿Y qué se descuida cuando se va con prisa? El desayuno. Porque, claro, es muy bonito desayunar fuera de casa, ¿eeeh? Lo malo es cuando sales del dentista con media parte de la boca totalmente dormida, que es lo que me ha pasado esta mañana. Así que, me veis a mí haciendo tiempo después de la consulta para ver si eso se despertaba, y nada, que no hay tu tía, con un hambre del carajo... así que para adelantar trabajo, como tenía que acompañar a mi madre a la compra (...hasta los mismísimos,ya...) pues con las mismas nos fuimos al Corte Inglés, que según fuentes fiables es una de las dos cosas que vertebra el país (la otra es el fútbol). Pues bueno, una vez allí, con más hambre que el perro de un ciego, nos fuimos a la maravillooosa cafeteríiia del centro comercial, casi siempre vacía por las mañanas, con alguna triste y borde camarera sirviendo cafés... bueno, me voy a ahorrar lo que pienso de los cafés y de las camareras; en esto que pido un mosto y un bocadillo de queso y jamón, como la mayoría de la gente, y la anestesia aún no se había ido: primer trago que dí, todo al suelo, y ya con el bocadillo ni os cuento. Pues encima de no poder degustar con placidez el estupendisísimo tentempié, aguantar los jetos de la colega. Y al final de todo, después de pedirle la nota tres veces y esperar medio siglo, va y le trae la nota toda borrosa a mi madre. A MI MADRE, por dios; no sabeis las malas pulgas que tiene mi madre... Pero en el fondo es una blanda, al final pasó de pedirle el libro de reclamaciones.
Bueno, pues después de eso, a hacer la compra. La pedazo de compra. Doscientos euros y dos pedazos de carros hasta los topes, qué brutalidad. Después, a toda pastilla a casa a hacer la comida y a ordenar la compra, y en esto que por fin se me va la anestesia: qué dolor, me había mordido el papo cuando no lo notaba, pero ahora me dolía todo: los pinchazos, los dientes, el papo, la cabeza... y justo al llegar a casa e ir con el tiempo justo. Mi madre, mi santa madre (que hoy se cogió un libro del Papa como lectura de bolsillo, psé), pegándome gritos como una posesa porque yo me encontraba mal. Así que ya no sé qué es peor, si ir al dentista o salir. A ver cuando me saquen las muelas...

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